28 febrero 2009

Sobre la cultura musical

En España, al contrario que en otros países, especialmente los anglosajones, la cultura musical popular ha sido tradicionalmente deficiente. Intuyo que gran culpa la tuvo el aislacionismo franquista, que obligó a emplear sustitutos locales para las estrellas de la época. El caso es que por una cosa o por otra, engendros que serían rechazados en Europa por babosos, incluso hace medio siglo, en España gozan de una aceptación asombrosa, y lo que es aún más chocante, entre el público joven.

Tomemos los OT por ejemplo. Es la clase de música que podría haberle gustado a mi abuela cuando tenía veinte años. Pero es que además también es el tipo de música que la dictadura habría visto con buenos ojos ¡pero los tíos venden como locos entre quinceañeras del siglo XXI! Definitivamente hay algo que no funciona. [continúa...]

Este mercado está pervertido y,en lugar de que las discográficas vendan lo que le gusta al público, sucede que al público le gusta lo que vendan las discográficas. Un público alienado por su absoluta ignorancia de la música popular contemporánea no tiene discernimiento, así que ante la ausencia de criterio musical, el marketing es el que decide. A la gente le gusta lo que los ejecutivos de las discográficas quieren que le guste. Sólo en este contexto se puede entender el fenómeno de la radiofórmula.

El ciclo de vida de un grupo musical pasa por pelarse el culo a bolos para darse a conocer y tener la oportunidad de grabar un disco que, si tiene éxito, será radiado y con muchísma será televisado un par de veces. Con los grupos de plástico manufacturados por la Industria, el ciclo es exactamente el contrario: primero se les da a conocer mediáticamente por todo lo alto, en radio y televisión a todas horas, entrevistas, anuncios y el kit completo, después se les graba un disco y finalmente se les pone a dar conciertos en vivo.

Esa batalla la he dado por perdida. La incultura musical intrínseca del españolito medio hace futil cualquier intento de aplicar el sentido crítico en el campo musical. El españolito de la calle dice «yo escucho un poco de todo» para expresar «me trago cualquier mierda que me echen». A falta de un criterio propio, que decidan Los 40 ó, para ser justos, quien paga por publicitarse en esos macroanuncios radiofónicos 24x7 que son la susodicha emisora y otras del ramo.

Aun así, queda algo que me resulta imposible explicar si asumo que los responsables de las discográficas no son una panda de mandriles operando por puro azar y son humanos con al menos un 75% de sus cromosomas. ¿Por qué en lugar de ir lanzando a la infinidad de músicos con talento que andan por ahí, se fabrica desde cero a un pelele para interpretar comistrajos infames? ¿No saldría más económico aprovechar los talentos que ya están y hacer algo de calidad? Total, si el resultado depende sólo de la promoción mediática, el público tragará igual un conjunto vanguardista que un cantante baboso lolailo-latino descamisado cantando la misma mierda melódica que les endiñaban a sus madres.

Habrá quien alegue que la comercialidad implica bazofia musical, pero es una falacia. Me remito al ejemplo de la clásica Motown, con sus compositores de lujo facturando canciones de soul pop impecables para ser interpretadas por voces soberbias; y vendiendo discos como churros. Su capo Berry Gordy nunca se cortó a la hora de admitir que sólo quería discos que salieran en las listas. Pero hay una cosa más, la Motown no necesitaba de publicidad para vender, lo hacía porque tanto sus canciones como los artistas de la casa eran excepcionales. He aquí el segundo pilar del ahorro: no solo no tienen que fabricar a los «artistas», sino que encima la inversión publicitaria es menor.

Entonces, ¿qué necesidad hay de fabricar y promocionar triunfitos o derivados -que en cualquier país civilizado normal no pasarían de cantar versiones sobre un par de remolques de tractor ante medio centenar de pensionistas junto a una Orquesta Michigan de tercera en alguna aldea pedánea del culo del mundo-, interpretando bazofia infumable cuando se puede recurrir a la cantera preexistente del circuito underground y lanzar propuestas de calidad?

Esa es la parte inexplicable. Diríase que a los responsables de decidir que le va a gustar a la gente disfrutan colocando mierda para reírse de sus clientela o que, de buena fe, realmente creen que tenemos querecencia por lo excrementicio.

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